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Channel: Los pasadizos del Loser
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"Mensajeros del silencio"

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Herecuperado el artículo que sigue gracias a mi gran amigo Francisco Ortiz. Es sobre fotografía, lo escribí en 1998 para la revista de la asociación Indalo Foto y no había vuelto a leerlo desde entonces. Desde luego, podría matizar hoy muchas de las cosas que digo en este texto -buena parte del último párrafo, por ejemplo-, pero no lo he hecho. No merecería la pena discutir con el hombre que yo era hace dieciséis años, teniendo en cuenta que muchas de las correcciones posiblemente no pasarían de añadir algún que otro "tal vez" allí donde se dejan entender tantos "sin duda". Por cierto, creo recordar que el título se lo puso el propio Paco Ortiz: él sí que sabe de fotografía.

 
Margaret Bourke-White. Kentucky Flood, 1937

Quienes no tenemos grandes conocimientos de fotografía (que es una forma generosa de referirme a los que sobre este tema sólo conocemos lo que nos dicta un cierto instinto creativo enmarañado con nuestros gustos personales) nos vemos incapaces de identificar esos pequeños o grandes detalles que hacen memorable una imagen captada con una cámara fotográfica. Menos aún de interpretarlos, claro. A lo sumo podemos diferenciar la que es buena de la mediocre, la que conmueve de la que ofende a la inteligencia, la pretenciosa de la verdaderamente lúcida o brillante o reveladora. Si nos subyuga el mundo de las imágenes, bien sean fijas o en movimiento, apreciaremos que es en el blanco y negro donde los componentes esenciales de la fotografía, la luz y la sombra, encuentran el medio idóneo para complementarse o combatir. Y poco más. Así que cualquier opinión que exprese quien, como yo, de fotografía no ha leído teorías ni tratados, ni supo dejarse ilustrar por aquellos que sí saben por miedo a que el conocimiento redujera el poder de la intuición, será forzosamente osada, incluso es posible que impertinente, para qué engañarnos. Lo cierto es que quiero apuntar aquí un análisis de la fotografía a través del concepto de voz narrativa (o mirada narrativa, si prefieren adaptar el término literario), pues narrar es contar algo y una fotografía, a mi entender, ha de hacerlo o al menos procurarlo: no puede ser sólo una imagen estática, pues si sugiere algo (y por tanto justifica así el haber sido hecha) se extiende más allá de sí misma por todos lados, en tiempo y en espacio. Esta voz o mirada que narra puede aparecer, como en prosa o poesía, en primera, segunda o tercera persona, de acuerdo con su deseo de estar o no presente en su obra. Cuando es explícita la voluntad de escoger y delimitar un determinado encuadre hasta el punto de que la estimación de esa fotografía está precisamente en el encuadre, o de acentuar y darle protagonismo, incluso de crear una determinada composición, el autor fotografía en primera persona y entra a formar parte de lo que nos pone ante los ojos. Hay un yo que guía la narración o establece lo que debe verse y lo que no, hace una selección de acuerdo con su temperamento, su escuela, su inspiración o su capricho. Y crea arte.

Pero hay fotos en que la composición parece arbitraria y el encuadre producto de la casualidad: el fotógrafo no parece que haya escogido lo que exhibe ante nuestro ojos, su presencia se diluye en una tercera persona que sin ser omnisciente (no hay demiurgia en fotografía) deja entrever que aquello que rodeaba a la escena captada permanece de alguna manera, completa el motivo, aunque sólo sea con la imaginación de quien observa el resultado final.
 
Xavier Miserachs. Piropo a la Vía Laietana, 1962

Un fotógrafo profesional les dirá que al encuadrar uno ha de tener en cuenta no tanto lo que interesa mostrar, sino lo que no interesa, es decir, sería un proceso de selección de lo superfluo y de su eliminación. Sin embargo quiero recordar ahora aquella fotografía digamos testimonial que se propuso hacer el personaje de "Las babas del diablo", el relato de Cortázar que Antonioni llevó al cine con el título de Blow up, donde la escena fotografiada se extendía más allá del encuadre, más allá del hecho que el fotógrafo creía interesante recoger y que recogió.

Cualquiera puede encontrar ejemplos de ambas miradas narrativas, yo necesitaría algo más que un breve artículo para hacerlo, necesitaría incluso reflexionar más ampliamente sobre esta teoría que ahora esbozo y de la que tengo no tanto una idea como apenas una intuición. Sí quería, finalizar confesándoles que mi interés actual por la fotografía (no por la que prefiero ver sino por la que veo inclinado a realizar) se centra en el retrato de personajes, preferentemente de mi entorno, pues sólo así soy capaz por ahora de contrastar el resultado final con el resultado que perseguía: la verdad. Tal vez esté de más decir que al escoger este tipo de fotografía me dirijo a un hipotético espectador (en realidad yo mismo) a través del tú del retratado, de esa segunda persona que en literatura se utiliza muy excepcionalmente.

No existe, a mi entender, un punto de vista más "artístico" que otro. Existe el poder de la imagen frente a la debilidad de las palabras, que necesitan agruparse para tener sentido y comunicar, existe la creatividad del autor, más o menos fértil, más o menos perspicaz, existe un objetivo o simplemente instinto, existe un estilo escueto y un estilo retórico, existe autenticidad o impostura.

Henri Cartier-Bresson. Truman Capote,  1947
 

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