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Cierta distancia, de Miguel Sanfeliu

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Una parte importante de lo que somos se la debemos
 a los libros que hemos leído

MIGUEL SANFELIU



Apenas leí las primeras páginas de Cierta distancia. Manual de supervivencia para amantes de la literatura, supe que entre este último libro de Miguel Sanfeliu y yo iba a haber algo personal. Acabado ya el libro, disfrutado plenamente hasta la última línea, ahora que quiero escribir sobre él importa mucho menos ese vínculo especial que se ha establecido entre nosotros que mi deseo de llegar a todos aquellos que en sus páginas podrían también encontrar ese algo personal, tan personal como pueda serlo la huella de un pie descalzo en la arena de una isla en la que nos creíamos solos.

En cierta ocasión le preguntaron a Ignacio Aldecoa qué haría si no pudiera escribir: “Intentar escribir”, respondió. Cierta distancia, que fue primero el título de un extenso artículo, luego de un blog literario de referencia y ahora lo es de este libro –supermanual de vivencias, propias y ajenas-, indaga en las razones de esa inclinación ciega a construir historias, a pelearse con las palabras, a tirar del hilo de una frase, de una imagen, de un personaje posible, de un determinado recurso estilístico que se nos ha ocurrido para desarrollar un argumento, todo aquello que puede ser la chispa que encienda la imaginación, tal y como detalla Sanfeliu, con sus palabras y con las palabras de otros muchos escritores, en quienes se apoya para tratar de dar una respuesta al porqué se escribe literatura.

Y no sólo por qué se escribe: por qué robarle tiempo a la familia para hacerlo, sobre todo si no se trata del oficio del que uno vive, sino “una pulsión casi física”, un estar cavilando todo el tiempo, un tratar de retener en la memoria un hecho concreto de nuestro vivir cotidiano para llevarlo luego al papel, un permanente esto tengo que escribirlo, un estar en todo momento como en otro sitio, componiendo historias o fragmentos de historias en la cabeza, eso que hace de uno un excéntrico, un insociable, sabiendo además que “si no has publicado nadie entiende que sigas escribiendo, que te sigas sacrificando”.

Me gusta pensar en Kafka como alguien capaz de comprenderme cuando siento que nadie me entiende; alguien para quien la literatura era el único lugar en el que se encontraba a salvo”, señala Sanfeliu. La literatura como refugio, como forma de vida, como mundo privado en el que obtener “ventajas a cambio de mi fracaso en la vida cotidiana” (George Orwell), como medio y fin de todo, como “razón sobre la cual gira toda la existencia”, como laboratorio en el que experimentar con las reacciones de los personajes, por ejemplo; la literatura como necesidad, como herramienta para evadirnos de la realidad o para cuestionarla o para intentar explicar el mundo; la literatura como enfermedad y como terapia. Todo ello está en el libro de Miguel Sanfeliu y por todo ello se escribe. Y por el gusto de escribir, también. Y porque no hacerlo nos hace sentir culpables. En una entrevista reciente, Peter Handke afirma que “El escritor debe ser un niño, un ser confuso, un buscador”. Diablos. Por eso no se puede dejar de escribir sin correr el riesgo de perder para siempre esa excitante sensación.

Rainer María Rilke le aconsejó a un joven poeta que no escribiera si no le era absolutamente necesario hacerlo, y Miguel Sanfeliu hace suyo este consejo, a través también de José Luis Sampedro: sí, dejar de escribir, demostrase a uno mismo, de este modo, si se es o no escritor: “El verdadero novelista es el que no renuncia”, cita Sanfeliu de un manual literario escrito por John Gardner. En este punto es donde no he podido evitar recordar cierto juego que teníamos hace años una amiga mía y yo: si uno confesaba haber dejado de hacer algo el otro preguntaba: ¿Y se puede vivir?, siendo la respuesta pactada entre ambos la siguiente: Si a esto le llamas vida…

Termino por donde habría debido empezar, por el título: esa “cierta distancia” alude al apartamiento que el escritor adopta respecto de sí mismo, de su propia vida, según señala Sanfeliu, incluso de la propia realidad, añado, para buscar otra perspectiva de las cosas, cuestionarlas, reinventarlas. Y como “Manual de supervivencia” lo es, de una forma documentada, amena, placentera, útil, no solo para “amantes de la literatura”, sino también, y sobre todo, para quienes tienen la literatura como amante, como el centro de su otra vida. El 7 de junio de 1912 Kafka escribió en su diario: “Fatal. Hoy no he escrito nada. Mañana no tendré tiempo”. La cita aparece en el libro de Miguel Sanfeliu, y no concibo una manera más exacta de explicar esa desazón que nos provoca no disponer de todo el tiempo del mundo para entregarnos a la escritura, y saber que el encuentro con la inspiración habrá de plantearse en términos de discontinuidad. ¿Que por qué escribimos? Por eso, porque es otra vida que llevamos, y en esa otra vida alternativa somos más nosotros mismos.


Cierta distancia. Manual de supervivencia para amantes de la literatura 
está publicado por Silex Ediciones.

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