Esta semana, primera del año 2018, la Luna ha sido noticia por dos extraordinarios motivos. En primer lugar, la NASA ha dado a conocer una imagen en la que comparte protagonismo con la Tierra: una asombrosa fotografía tomada en octubre del año pasado, a una distancia de cinco millones de kilómetros, por la nave Osiris-Rex en su viaje hacia el asteroide Bennu, en el que recogerá muestras para su análisis (¿habrá materia orgánica en este pedazo de roca? ¿Fue así como llegó la vida a la Tierra?).
Image Credit: NASA/OSIRIS-REx team and the University of Arizona |
La fotografía en cuestión es el resultado de combinar tres imágenes de diferentes longitudes de onda de color y de incrementar el brillo de la Luna para hacerla visible, pero esa es la distancia, esa es su lejanía mutua, o su inmediatez, cualquiera de las dos sensaciones está justificada cuando se observa. Es algo fascinante, hipnótico: tan solos ambos astros, tan encadenados el uno al otro, tan pequeños, después de todo, tan desproporcionadamente grande el tamaño del satélite con respecto al planeta alrededor del cual orbita.
Por cierto, hago notar de nuevo el nombre de esta nave: OSIRIS-REX. Si tratan de averiguar por qué lleva el nombre del dios-rey egipcio de la Muerte, del Más Allá, del Inframundo, de la Resurrección, encontrarán que corresponde a las siglas de Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification, and Security–Regolith Explorer. Y tal vez les baste con eso. Tal vez le encuentren sentido. En general, la gente no suele hacerse preguntas acerca de estas cosas: sobre el porqué hay un gran obelisco egipcio en el centro mismo de la plaza de San Pedro, en el Vaticano, por ejemplo, o por qué una escultura de Shiva, el dios hindú de la destrucción del Universo, está ubicada en el CERN, el Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire, es decir, Consejo Europeo para la Investigación Nuclear, en Ginebra, donde se encuentra el Gran Colisionador de Hadrones, el mayor acelerador de partículas conocido.
La otra razón por la cual la Luna ha sido noticia esta semana ha sido por el anuncio de la especialísima identidad que adoptará el próximo 31 de enero, de acuerdo con una triple circunstancia que no se producía desde hace ciento cincuenta años: será una superluna, la tercera consecutiva, un catorce por ciento más grande y un treinta por ciento más brillante; será también la segunda luna llena en un mismo mes, lo que se conoce como “Luna Azul”; y, finalmente, será totalmente eclipsada por la sombra de la Tierra, fenómeno que no se verá desde España, pero que, como sucede en todos los eclipses, hará que el satélite adquiera una luz misteriosa: durante el eclipse, la atmósfera de la Tierra dispersa la luz azul y verde y deja pasar la roja, de tal manera que la Luna se verá así, roja: una Luna de Sangre. Es decir: será una Superluna de Sangre Azul… ¿Quién podría resistirse a algo así? Será cosa de buscarla en el momento en que asome su enigmático rostro, de intentar cazarla con el teleobjetivo, de entregarse al misterio su majestad.
Son tiempos para estar atentos al cielo.