La puerta abre la casa hacia su adentro
donde no estás.
Vacío.
Late
el corazón muy tenue, solo.
Todavía.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Fragmentos de un libro futuro
He tardado más de quince años en corresponder a la invitación que el poeta José Ángel Valente me hizo para visitarle en su casa deAlmería. O para ser más preciso, fue Juan Herrezuelo el destinatario de la invitación y Juan Fernández el que entonces hizo prevalecer su timidez, su permanente temor a molestar, y quien finalmente ha podido entrar ahora en la casa de Valente, recientemente abierta al público como espacio museístico. Y visitarle en ella, sí, porque, aunque fallecido no muchos meses después de aquel primer encuentro, el poeta permanece en ese poema arquitectónico que fue -que es aún- su vivienda en la ciudad del Sur, la ciudad celeste, "esta ciudad abandonada".
Cuatro, fueron al parecer, las razones por las cuales Valente decidió a finales de 1984 instalarse en Almería. Una, tal vez la primera, fue la luz: gallego de nacimiento, había vivido en Oxford, París o Ginebra, ciudades de cielos grises la mayor parte del año: en Almería fue deslumbrado por la luz. Otra razón está en el desierto (el de Tabernas), que él vincula a la soledad del poeta. Que la Al-Mariyya del siglo XI constituyera el principal foco del sufismo místico fue otra de esas razones de peso. Finalmente, ocurrió el descubrimiento casual de esta casa, ubicada en el caco antiguo, cerca de la Catedral y del Convento de Las Puras. José Ángel Valente nunca estuvo seguro de si había sido él quien había elegido la casa o si fue la casa quien le eligió a él....
Le planteó la rehabilitación de la vivienda al arquitecto Ramón de Torres, quien ha explicado la forma en que ambos abordaron el trabajo como un proyecto de acción poética y la estructura simbólica de esta casa (“La casa y la memoria”, en el libro colectivo El guardián del fin de los desiertos)). El propio Valente hizo, en "Perspectivas de la ciudad celeste", un hermosísimo retrato de su vivienda, y sobre todo de lo que desde su azotea o terrao se observa: el fuego del atardecer al otro lado de la Alcazaba, el "rápido vuelo cruzado de los vencejos" o el de una bandada de palomas de alas pintadas que el silbido de un grupo de hombres regula en el aire; las casas cúbicas; los terrados:
"¿Cómo pensar o imaginar la azotea sin imaginar o pensar el sótano? Dos espacios extremos de la construcción y, sin embargo, dos espacios tan íntimamente unidos. Una escalera de caracol une en la casa uno y otro punto. En el camino entre ambos se realiza, en verdad, toda la obra alquímica: la ascensión de la cripta a la luz".
En el sótano, raíz de la casa, cimentos, semilla, vínculo inmediato con los sustratos urbanos anteriores, ubicaron la biblioteca del poeta. Donada en vida a la Universidad de Santiago de Compostela, es ahora un espacio despojado de estanterías y casi vacío, con el sonido permanente de un documental biográfico. Leer en ese sótano algún poema de Valente posterior a mediados de los ochenta es, de algún modo, devolverlo a su lugar de origen.
La casa crece desde el sótano hacia la luz: en la casa tradicional almeriense el patio de luces está cubierto e integrado a la vivienda. Solo el pasadizo vertical casi oculto -mareante tirabuzón de escalones no accesible al visitante- lleva a la azotea, con entrada en cada una de las plantas. La escalera central solo conduce hasta la primera planta, donde el despacho del poeta parece conservarse hasta en sus más pequeños detalles. En esta planta y en la de abajo recorro las habitaciones a medias como intruso y como invitado tardío que admira infinitamente la obra literaria de quien habitó aquí hasta poco antes de su muerte en Ginebra, ocurrida el 18 de julio del año 2000.
"¿Cómo ascender si antes no hemos descendido? Sólo por eso, puedo ahora, arriba, en la plenitud celeste, convocar al universo, llamar a los vivos y a los muertos, es decir, apurar mi luminosa copa de sombra". ("Perspectiva de la ciudad celeste")
Foto: Luis Matilla
Fotos: JFH (excepto la señalada de Luis Matilla)