Gervasio Sánchez. Mujeres en paso fronterizo. Kosovo. Abril 1999
Acaso porque no esperaba la dureza de las imágenes que forman parte de la exposición antológica del cordobés Gervasio Sánchez, voy sintiéndome cada vez más y más afectado a medida que recorro la sede del Centro Andaluz de Fotografía. Todo el horror de las guerras recientes que Sánchez ha vivido en su condición de fotoperiodista durante los últimos veinticinco años parece caber en la sucesión de instantáneas que voy mirando lentamente y lentamente van minándome por dentro, lugares del mundo en los que la crueldad, el odio, la indiferencia hacia el dolor y la muerte se convirtieron en pavorosa rutina, Afganistán, Camboya, Angola, Mozambique, Bosnia-Herzegovina, Colombia, Sierra Leona... Observo la gran biblioteca de Sarajevo destruida, el éxodo apresurado de un grupo de seres humanos en una frontera balcánica, un charco de sangre junto a unas flores y al mango de una comba infantil, hombres que fuman junto a hombres muertos, niños que juegan entre las ruinas, toscos féretros apilados, la imposible mirada de un cadáver con los ojos abiertos, personas a quienes les fueron amputados miembros de su cuerpo acompañadas de sus prótesis ortopédicas o dejando ver los muñones cicatrizados, observo largamente las miradas de estos seres en quienes el sufrimiento, el miedo, el desamparo más absoluto se concentraron un día terrible, y leo sus nombres, porque Sánchez no ha querido condenarlos al anonimato de sus heridas, y observo también los ojos de los niños soldados, decenas de ellos que miran de frente no con la turbiedad violenta y desafiante de quien ha cometido actos inconcebibles, sino con la honda tristeza de quien ha visto lo que jamás debería ver un niño.
En el magnífico ensayo Ante el dolor de los demás, donde Susan Sontag analiza «la dimensión homicida de la guerra» y las reacciones de los seres humanos ante las imágenes que nos llegan de sus horrores, releo dos frases que me producen efectos encontrados: la primera dice así: «Quizá las únicas personas con derecho a ver imágenes de semejante sufrimiento extremado son las que pueden hacer algo para aliviarlo o las que pueden aprender de ellas. Los demás somos mirones, tengamos o no la intención de serlo». La otra: «La designación de un infierno nada nos dice, desde luego, sobre cómo sacar a la gente de ese infierno, cómo mitigar sus llamas. Con todo, parece un bien en sí mismo reconocer, haber ampliado nuestra noción de cuánto sufrimiento a causa de la perversidad humana hay en un mundo compartido con los demás». Estoy solo en el espacio doble –piso inferior y superior- donde se exponen las fotografías, y no me siento un simple mirón ante la obra de Gervasio Sánchez; por el contrario, me parece más justa esa segunda apreciación de Sontag, y siento que no volver el rostro ante el dolor humano y ante la ilimitada capacidad humana de provocarlo es una obligación que estas imágenes me ayudan a cumplir.
JFH
Gervasio Sánchez fue Premio Nacional de Fotografía en 2009. Su Antología ha visitado ya varias ciudades y dio lugar a un catálogo prologado por Antonio Muñoz Molina.Ante el dolor de los demás, de Susan Sontag, fue publicado en 2003 por Alfaguara.